I. tengo todos los libros descolocados, amontonados, desordenados. ni siquiera sé por dónde empazar a buscar uno cuando lo necesito. sin embargo, ahora necesitaba
poeta en nueva york y he ido al montón donde creía que podía estar, y allí estaba. las cosas no suceden porque sí.
la poesía siempre nos rescata. bueno, voy a copiar aquí
pequeño vals vienés. no es un corta-pega. lo copio, palabra por palabra, del libro. es importante.
II. En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el escuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mio,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.
III. a este poema le puso música leonard cohen, lo tradujo y luego l
legó morente y lo cantó con la voz andaluza de lorca en
omega y fue la polla. es importante, con la cantidad de emociones que se nos agolpan, respiradas en el aire de la calle, en las ondas de la radio, volver a la poesía.
IV. todo esto lo escribo porque he leído el discurso de cohen en los premios príncipe de asturias. me lo dejaron en mi móvil, en mi mano, ese texto, @tololliteras y @taxioviedo. y del móvil viene directo al blog, archivado para siempre en mi diario desde este mismo instante.
V.
Excelencias, miembros del jurado, distinguidos premiados, señoras y señores:
Es
un gran honor estar aquí ante ustedes esta noche. Quizá no esté
acostumbrado -como el gran maestro Ricardo Muti- a estar ante el
público sin una orquesta tras de mí, pero haré lo que pueda.
Me
pasé toda la noche blanco, pensando qué podría decir aquí, ante esta
asamblea de distinguidas personas. Tras comerme todas las barras de
chocolate y todos los cacahuetes del minibar, garabateé unas pocas
palabras, y no creo que me tenga que referir a ellas. Estoy muy
emocionado por este reconocimiento.
Si yo supiera de dónde vienen
las canciones, las crearía más a menudo. Mientras hacía el equipaje
para venir, cogí mi guitarra -tengo una guitarra Laconte que está hecha
en la calle Caminal, 7, en España-. Es un instrumento que tendrá unos
40 años, más o menos. El instrumento y la caja, eran como de helio,
eran muy ligeros. Me puse la guitarra casi en la cara. La miraba. Con lo
bien diseñada que está... Olía la fragancia de la madera viva, porque
sabemos que la madera nunca llega a morir. Y olía esa fragancia del
cedro tan fresco como si fuera el primer día cuando compré la guitarra,
hace 40 años. Y la voz parecía decirme: "Eres un hombre viejo y no has
dado las gracias, no has devuelto tu gratitud a quien la merece, al
suelo y a la tierra. Con esta fragancia, de donde viene esta
fragancia..."
Así que vengo hoy, aquí, esta noche a agradecer al
suelo, a la tierra, a este pueblo que me ha dado tanto. Porque un
hombre no es un DNI y un país no es sólo eso tampoco. Una carta, un
crédito no es un país. En esta fraternidad en la que estoy con el poeta
Federico García Lorca, puedo decir que cuando era joven y adolescente y
buscaba una voz en mí, estudiaba los poetas ingleses y conocía bien su
obra y copiaba sus estilos, pero no encontraba mi voz. Solamente
cuando por fin leí, aunque era una traducción, las obras de Federico
García Lorca, fue entonces cuando comprendí que había una voz. No es
que haya copiado su voz. Yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio
permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz. Es decir, para
ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su
propia existencia. Conforme me iba haciendo mayor comprendí que las
instrucciones venían con esa voz. ¿Qué instrucciones eran esas? Nunca
lamentar, ni siquiera casualmente, si queremos expresar la derrota que
nos ataca a todos, tiene que ser en los confines estrictos de la
dignidad y de la belleza. Y por tanto ya había encontrado mi yo, pero
no tenía el instrumento para expresarla, no tenía una canción.
Y
ahora voy a contarles muy brevemente la historia de cómo conseguí mi
canción, porque era un guitarrista indiferente. Yo mamporreaba la
guitarra, sólo sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos,
mis colegas; bebíamos, cantábamos canciones. En mil años nunca me vi
como un músico o como cantante. Pero un día, a principios de los 60
estaba de visita en casa de mi madre, estaba frente a un parque, y en
el parque había una pista de tenis, y allí iba mucha gente a ver a los
jóvenes jugadores de tenis disfrutando de su deporte. Fui a ese parque
que conocía de la infancia y había un joven tocando la guitarra
flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas que estaban escuchándole y
me encantaba cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me
cautivaba. Yo quería tocar así. Yo sabía que nunca sería capaz de tocar
así. Así que me senté allí, con otras personas que escuchaban durante
un rato, y luego se hizo el silencio... un silencio muy apropiado, y le
pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y
sólo podíamos entendernos con un poquito de francés; no hablaba inglés.
Dijo "sí, te daré clases de guitarra". Dije: "vivo allí, en la casa de
mi madre".
Quedamos y establecimos el precio de las clases y
vino a casa de mi madre al día siguiente y dijo: "Déjame oírte tocar
algo". Yo empecé a tocar algo y dijo: "No tienes ni idea de cómo tocar,
¿verdad?". "No, la verdad es que no sé tocar". "En primer lugar déjame
que afine la guitarra, porque está desafinada. Cogió la guitarra, la
afinó y dijo: "No es una mala guitarra". No era Laconte, pero no era una
guitarra mala. Me la devolvió y dijo "ahora ponte a tocar". No sabía
tocar mejor, la verdad. "Voy a hacer algunos acordes", y cogió la
guitarra y produjo un sonido de la guitarra que yo, evidentemente, nunca
había oído. Y formó la secuencia de acordes, así, de manera rápida. Y
dijo: "Ahora hazlo tú". Y dije, no, no sé hacerlo. "A ver, déjame que
use yo tus dedos y te iré diciendo dónde los tienes que poner" y los
puso en el mástil. "Y ahora toca". Y fue un desastre. "Vuelve mañana",
me dijo. Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la
puse en mi regazo, en la manera adecuada, con la postura buena y empecé
otra vez esos seis acordes y la progresión de seis cuerdas. Muchas
canciones flamencas son en la progresión de seis acordes. Y la verdad
es que me sentí mejor. Al tercer día mejoró la cosa. Pero ya sabía los
acordes y sabía que, aunque no podía coordinar los dedos adecuadamente
para producir el sonido correcto, era la pauta de sonido que él quería;
sabía los acordes. Los sabía muy, muy bien.
Al día siguiente no
vino. Yo tenía el número de la pensión de la que estaba quedándose en
Montreal y llamé por teléfono para ver por qué no había venido. Y me
dijeron que se había suicidado, y yo no sabía nada de este señor. No
sabía de qué parte de España procedía, desconocía por qué había venido
en concreto a la ciudad de Montreal, por qué se quedaba en Montreal en
esos momentos, por qué estaba en esa pista de tenis. No tenía ni idea
de por qué se había quitado la vida. Estaba muy triste, evidentemente.
Ahora estoy contando lo que nunca había contado en público. Esos seis
acordes, esa pauta de sonido de la guitarra, han sido la base de todas
mis canciones, de toda mi música.
Y ahora podrán comenzar a
entender las dimensiones de la gratitud que yo tengo por este país.
Todo lo que han encontrado favorable en mi trabajo, en mi obra, viene
de este lugar que les he contado. Todo lo que ustedes encuentran
favorable en mis canciones, en mi poesía, están inspiradas por esta
tierra y por tanto les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad
que me han demostrado y que han mostrado por mi obra, porque es suya y
me han permitido poner mi firma al final de la última página.
Gracias.