jueves, 23 de enero de 2014

nadie excepto ese niño que bajaba paseando

he vuelto a salir hoy con la bici. a pesar de que toda la tarde de ayer estuvo lloviendo hoy había menos barro. algo incomprensible, pero bueno. mejor. la tierra está pesada, cuesta más mover la bici, hay roderas por todos los lados, el aire está frío, muy frío. pero el sol luce con toda la fuerza de la que es capaz en enero y es una maravilla. hace diez años se me quedó grabado para siempre el tiempo que hace en estas semanas de enero. repetí la ruta que hago últimamente. cogí un camino que pasa por detrás de un hospital. aún no era la una de la tarde. aún no habían salido los que coren a la hora de comer. la gente sale no a trotar. a correr. y le pegan duro. van rápido. pero hoy no había nadie todavía. nadie excepto ese niño que bajaba paseando. primero vi a la chica. alta, delgada, con una bata blanca. a su lado una señora con un carrito, y de la mano de la chica de la bata iba el niño. iba muy abrigado, el gorro le tapaba hasta el cuello y una bufanda dejaba ver sólo sus ojos. según me acercaba me fijé en él. tenía la mirada cansada, las cuencas de los ojos muy redondas, iba caminando despacito. cuando nos cruzamos, en la bata de la enfermera leí las siglas aecc. les saludé, me devolvieron el hola. aún sigo impactado, con esa imagen en la cabeza. parecía que iba a ser uno de esos jueves en los que no pasa nada.

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