martes, 13 de noviembre de 2012

Frank y la lejía


He ido a hacer la compra y no encontraba la lejía. En uno de los pasillos una madre, arrodillada, le estaba pegando una bronca civilizada a su hija, de cinco o seis años. Mirándola a la cara, arrodillada para estar a la altura de la niña y no intimidar ni abrumar. Una bronca de manual moderno. Me quedé pensando cuáles serían los efectos de esa regañina, si serviría para algo, y entonces apareció la lejía. En el segundo estante, encima del agua destilada para las planchas. Agua destilada para las planchas. Cuidamos a los niños y cuidamos las planchas. Cuando yo era niño nos bebíamos la lejía.

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