He ido a hacer la compra y no encontraba la lejía. En uno de
los pasillos una madre, arrodillada, le estaba pegando una bronca civilizada a
su hija, de cinco o seis años. Mirándola a la cara, arrodillada para estar a la
altura de la niña y no intimidar ni abrumar. Una bronca de manual moderno. Me quedé
pensando cuáles serían los efectos de esa regañina, si serviría para algo, y
entonces apareció la lejía. En el segundo estante, encima del agua destilada
para las planchas. Agua destilada para las planchas. Cuidamos a los niños y
cuidamos las planchas. Cuando yo era niño nos bebíamos la lejía.
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